Lo que hoy en día conocemos como Dieta Mediterránea proviene del concepto Díaita empleado en la antigua Grecia. Díaita no significa exclusivamente una dieta o patrón alimentario, sino que implica un estilo de vida que englobaba ingredientes locales, recetas y hábitos alimentarios de la zona mediterránea, la práctica de actividad física y el descanso.
Este patrón dietético se ha asociado con un menor riesgo de obesidad y riesgo cardiovascular y metabólico en personas adultas. También ha sido demostrado que la Dieta Mediterránea puede retardar el deterioro cognitivo, clave para retrasar la aparición de la enfermedad de Alzheimer.
Veamos de dónde derivan estos beneficios:
Aceite de oliva como principal grasa utilizada en la cocina.
Rico en vitamina E, beta-carotenos y grasas monoinsaturadas. Tanto el estudio Predimed (PREvención con DIeta MEDiterránea) como otros han demostrado un efecto protector frente a enfermedad cardiovascular mayor (ictus, infarto). Este el caso del aceite de oliva extra virgen, con un alto contenido en polifenoles, con actividad antiinflamatoria y antioxidante.
Abundancia de alimentos de origen vegetal.
Legumbres, frutos secos naturales, cereales integrales sin refinar, frutas y verduras. Todos son alimentos ricos en vitaminas, minerales, fibra y en general sustancias beneficiosas, y tienen un papel destacado en la prevención de enfermedades habituales hoy en día: desde diabetes e hipertensión arterial, hasta algunos tipos de cáncer.
Consumo de alimentos de temporada y sin refinar.
Las frutas y verduras de temporada conservan mejor su sabor y textura, así como sus propiedades nutricionales. El cuscús, el arroz, la pasta y el pan que consumían eran integrales. El producto integral sin refinar contiene mayor variedad y cantidad de elementos protectores y saludables; como el magnesio y el fósforo que pueden perderse en el proceso de refinamiento, sin olvidar la fibra. En este sentido, el consumo de legumbre, que es un alimento muy rico en fibra, se asocia con la prevención de diabetes.
Presencia diaria de productos lácteos fermentados.
Los antiguos habitantes de la cuenca mediterránea consumían yogures naturales, cuajadas y quesos, naturales y sin aditivos añadidos. El consumo de leches fermentadas (yogur, kéfir, quesos, cuajada) se asocia positivamente con un mejor equilibrio de la flora intestinal.
Equilibrio en el aporte animal de dieta.
Parece ser que no consumían grandes cantidades de carne, pero tampoco de pescado. Exceptuando, quizás, aquellos que vivían más cerca de la costa. Aunque sí que se incluían como ingrediente en las preparaciones del día a día. Por tanto, no abusaban de los alimentos de origen animal, permitiendo así una mayor presencia de alimentos vegetales, sin olvidar los frutos secos y aceitunas.
No comían grandes cantidades.
Por ejemplo, los griegos, pensaban que para mantener un perfecto equilibrio entre el cuerpo, la mente y el espíritu era recomendable mantener toda la vida un peso similar. La clave era no engordar, sin castigarse sin comer, únicamente llevar una vida equilibrada.
Entre las propiedades beneficiosas para la salud de la Dieta Mediterránea se puede destacar el tipo de grasa (aceite de oliva, frutos secos y pescado), las proporciones de los alimentos en sus recetas (cereales integrales y vegetales como base de los platos, y carnes o similares como “guarnición”) y la riqueza en vitaminas y minerales, fruto de la utilización de verduras de temporada, hierbas aromáticas y condimentos.