Ibarra es un pequeño municipio de 4.000 habitantes situado en el interior de Gipuzkoa. Pese a que no tiene mar, la localidad es conocida por sus langostinos. ¿Cómo es posible? Debido a que ese es el sobrenombre que los vascos han puesto a las delicadas guindillas que con tanto esmero y cuidado se cultivan allí.
La guindilla de Ibarra, o guindilla vasca, es una variedad autóctona de pimiento que cuenta con el Label Vasco de Calidad. Se produce en Gipuzkoa, mayoritariamente en la zona de Ibarra, de ahí su denominación oficial.
De gran prestigio en el País Vasco, este refinado producto recibe muchos y variados nombres: piparra, piperra y, por supuesto, langostino. Los motivos de este peculiar sobrenombre son dos: se trata de un alimento gourmet, y posee una forma alargada, entre 5 y 12 centímetros, similar a la de un langostino.
La siembra de la guindilla de Ibarra se realiza en abril y se recolecta a mano entre julio y septiembre. Durante los meses que dura la recogida es habitual que los bares y restaurantes vascos sirvan platos de guindillas frescas fritas con una pizca de sal.
Sin embargo, a lo largo del año, la gran mayoría de la gente las consume encurtidas. Para que posean la denominación oficial Guindilla de Ibarra, el envasado ha de realizase en centros homologados por el Consejo Regulador del Label.
Las guindillas de Ibarra encurtidas pueden degustarse solas con un chorrito de aceite de oliva, o en “pincho” con dos aceitunas y un filete de anchoa en aceite. Este es uno de los pinchos estrella de los bares de San Sebastián y también se conoce como Gilda, en honor a Rita Hayworth.
Sin embargo, donde la guindilla vasca resulta fundamental es en un buen plato de alubias de Tolosa. Por eso, la próxima vez que vayas a comer un potaje de alubias o de cualquier otra legumbre, no olvides acompañarlo con un par de “langostinos de Ibarra”. El contraste avinagrado de las guindillas encurtidas le darán un toque único.